domingo, 6 de abril de 2014

A epopeia de um capitão militar italiano na Rússia‏


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Junto a aquellos soldados, como en todos los ejércitos de la Segunda Guerra Mundial, expusieron com valentia su pecho a las balas y a las bombas miles de capellanes que hicieron presente a Cristo en sus últimos segundos, para que les acompañara de su mano a la morada eterna.
Constituyen una fuente documental importantísima para compreender la mentalidad de la época y, como cuenta Diego Andreatta em el diário L´Avvenire, acaban de ser publicadas en forma de libro bajo el título: Y aquí ¿cuándo florecerá la tierra?

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Un ‘sagrado deber’ - convertir a los sin Dios

Teniente del 201º Regimiento de Artillería Motorizada, cruz en mano entre bombas mientras la Armir paraba la ofensiva soviética a orillas del Don.


Esel 26 de agosto de 1942 y la Armir (Armata Italiana in Rusia, launidad que mandó Benito Mussolini a luchar contra Stalin) se bate como puede para frenar la ofensiva soviética sobre el río Don.
Em um cuerpo a cuerpo em el que vuelan las bombas de mano y las granadas, um joven de 29 años, teniente del 201ª Regimiento de Artillería Motorizada, recorre el frente entre explosiones, disparos y cuerpos retorcidos por el dolor para administrar extremaunciones y llevar el perdón de los pecados y una última palabra de consuelo espiritual a los hombres que ya no tienen esperanza de sobrevivir a sus heridas.

Cartas de un valor irreemplazable
Es Onorio Spada (1913-1977), Don Onorio, como lellaman sus compañeros de filas. Em un descanso de la batalla, saca un rato para escribir a sus ancianos padres:
“Queridos papá y mamá. Para ser sinceros, no sé de qué escribiros, porque no puedo daros noticias militares, y por otro lado ya sabéis que mi vida es siempre lamisma. Estar entre los soldados como buen camarada, compartiendo com ellos las noches tristes y evocando com ellos la familia y la tierra lejanas, y haciendo proyectos para el futuro. Un futuro que, como sabemos, está en manos de Dios”.

Aunque siempre comedidas em el contenido, Don Onorio escribió abundantes cartas a sus padres entre marzo de 1942 y septiembre de 1943. Constituyen una fuente documental importantísima para comprender la mentalidad de la época y, como cuenta Diego Andreatta em el diario L´Avvenire, acaban de ser publicadas en forma de libro bajo el título: Y aquí ¿cuándo florecerá la tierra?

Héroes com sotana
La labor de los capellanes militares italianos em Rusia contabaya com otras fuentes testimoniales, como las obras de Carlo Gnocchi, Carlo Caneva, Rinaldo Trappo, Enelio Franzoni o el padre Giovanni Brevi, todos ellos sacerdotes destinados a un frente particularmente duro de la Segunda Guerra Mundial.
Pero, señala Andreatta, las cartas de Don Onorio destacan por su elevación poética. La experiencia militar sirvió al valiente cura para su posterior labor pastoral. Al volver a Italia ”hablaba raras veces de la guerra”, pero se convirtió em um conocido dirigente del asociacionismo juvenil y universitario católico.
Pero ¿por qué se alistó Don Onorio, a pesar de que todas las personas de su entornointentaron disuadirle?
Según se desprende del prólogo del editor del volumen, Paolo Zanlucchi, fue por razones que a los españoles nos recuerdan las de muchos voluntarios de la División Azul, y que han passado desapercebidas cuando la historia se ha escrito después.
“Él mismo lo dejó por escrito”, disse Zanlucchi: “Quería hacer algo por su país y cumplirun sagrado deber: convertir a quienes em aquella época eran denominados los sin Dios“. 
La religión superviviente del comunismo
Don Onorio se encontró que, a pesar de que el régimen comunista ya llevaba decenios de totalitarismo, el sentido religioso de la población había permanecido intacto. A sus misas de campaña, por ejemplo, si no se celebraban em primera línea del frente, además de soldados italianos o de otras nacionalidades asistían ancianos, mujeres y niños ucranianos (un país mayoritariamente católico) que desde el triunfo del bolchevismo no habían podido hacerlo.
También había contacto com los sacerdotes ortodoxos. Pasó vários díase n casa de uno de ellos que, em um dechado de cortesía, superaba todo recelo hacia la Iatinidad de la Iglesia llamándole pater Honorius.
Lo peor de la guerra llegó com la retirada. “¡Cuántas comuniones em estosdías…!”, escribe Spada, “sabedor de esta realizando una tarea preciosa”. Porque muchos de aquellos jóvenes nunca volvieron de la estepa.

Unhijo desaparecido
“Detengo el vehículo”, escribe em certa ocasión, “junto a unpequeño Monte Calvario. Tres cruces. Um teniente. Un sargento. Y alguien desconocido. Esse desconocido… Pasarán los años, y una madre seguirá esperando cada amanecer que um paso familiar suene junto a la puerta. Um pequeño toque, ella corre a abrir, abre los brazos… pero el camino está desierto, y el viento passa com esse sordo gemido de los otoños ante el cual son los hombres sombras que pasean, indiferentes. Durante años las palavras oficiales martillearán sucorazón: Desaparecido…”.
Estas páginas inéditas dan cuenta del espíritu de los batallones alpinos que mantuvieron alto el estandarte del valor italiano en combate. Junto a aquellos soldados, como en todos los ejércitos de la Segunda Guerra Mundial, expusieron com valentia su pecho a las balas y a las bombas miles de capellanes que hicieron presente a Cristo en sus últimos segundos, para que les acompañara de su mano a la morada eterna.

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