La entrevista de Eugenio Scalfari al Papa
Bergoglio.
(República, 1º de octubre 2.013)
Por Don Curzio Nitoglia.
Traducción de Cristina Pallero para Non Possumus.
La crisis religiosa que atraviesan los hombres de
Iglesia no debe llevar al pesimismo. En efecto, "solo la Iglesia tiene
palabras de vida eterna" siendo ella el Cuerpo Místico de Cristo. Por
ende, no debemos temer y desalentarnos: al final, la Iglesia de Cristo
resucitará como Jesús resucitó del Sepulcro.
Hoy, (ver la entrevista de Eugenio Scalfari al Papa
Bergoglio, República, 1º de Octubre 2013) con el papa Francisco I, asistimos a
la última escena de la ópera de "auto-demolición" del poder social
del Papado por obra de un Papa. Pero esto era el plan de la Masonería: "un
Papa según nuestros deseos, que no esté inscrito en las sectas, pero que tenga
el espíritu y haga él la Revolución en capa y tiara"
Cada día, hablando como doctor privado, en
homilías, en su misa privada, concediendo entrevistas y sobre todo, actuando en
manera subversiva contra el orden y de la dignidad papal, el papa Bergoglio
golpea lo que, después del Concilio Vaticano II, milagrosamente había quedado
en pie.
Él quiere hacer el Vaticano III sin convocar
un Concilio, ni siquiera pastoral, ya que sería mucha doctrina para su espíritu
pragmatista. Lo que Küng, Schillebbeckx, Metz, Boff, Guiterrez, reprochaban a
Pablo VI, Juan Pablo II y a Benedicto XVI (tener bloqueado el espíritu del
Vaticano II) está compartido plenamente por Francisco I, el cual retoma
sus lamentaciones y asevera querer llevar hasta las últimas consecuencias el
Vaticano II.
San Pablo revela
en la Segunda Epístola a los Tesalonicenses (II,6-7), la venida del
Anticristo final: "Vosotros conocéis a aquél que lo demora, de modo que él
se manifestará en su preciso momento. En efecto, el Misterio de la Iniquidad ya
opera internamente, sólo cuando aquel que ahora lo retiene sea quitado
del medio, entonces el hombre de iniquidad se manifestará, pero el Señor Jesús
lo matará con un soplido de su boca"
Los Padres de la
Iglesia interpretan estos dos versículos de manera unánime. El Anticristo final
se manifestara, pero hay un obstáculo, un Katejon, "el que lo
retiene", que es el poder espiritual y social del Papado. Cuando este
poder no tenga más la fuerza socialmente suficiente para retirar al
Anticristo, será reducido a influenciar solo a las almas
individuales, entonces éste aparecerá, pero será matado por Cristo mismo, que
vela por su Iglesia todos los días y lo hará hasta el fin. San Pablo lo
llama Mysterium iniquitatis, que actuaba ya en la época en que el apóstol
escribía (son los "anticristos iniciales" que se manifestaron durante
el curso de la historia). Pero en el momento establecido y permitido por
Dios, cuando el papado, después de ser atacado por todos los frentes
habrá perdido, momentáneamente, la fuerza social de restauración; entonces
aparecerá el anticristo final. El liberalismo que quiere reducir al
Cristianismo a puro fenómeno individual, negando la majestad social de Cristo
es uno de los pilares de la "contra-iglesia" y abre las puertas al
Anticristo final.
Estos dos
versículos de San Pablo se aplican perfectamente a aquello que está sucediendo
hoy con Francisco I. Está claro que el Misterio de Iniquidad, operado
secretamente durante la historia de la Iglesia desde la época apostólica, se
enlaza al Vaticano II, donde, a través de la colegialidad, el ecumenismo y la
libertad de las falsas religiones, la potencia social restauradora y
antisubversiva del papado y de la Iglesia ha sido disminuida. A partir de
entonces, despacio, muy despacio, se manifiesta el Misterio de Iniquidad en
toda su ferocidad (y lo vemos hoy bajo nuestros ojos!), hasta el Reinado
del Anticristo final, que Cristo aniquilará.
Pero no debemos
preocuparnos excesivamente. Estaba escrito y previsto. Dios lo ha permitido
para extraer del mal un bien mayor. Después de haber ultimado su Revolución en
capa y tiara, aparecerá el hombre de iniquidad, pero Jesús lo exterminará.
"Nolite timere pusillus grex, Ego vici mundum!" (Lc., XII,32)
La victoria final, después de tantas derrotas, pertenece a Dios y a su
Iglesia....Y así será. “Verbum Domini manet in Aeternum!”.
Hace falta saber
que el papa Bergoglio se ha formado en la escuela de filosofía de praxis
marxista. Uno de sus principales autores es, desde luego, Ludwin Feuerbach que
estudió filosofía en Berlín con Hegel. Su obra más conocida es "La esencia
del cristianismo", publicada en 1847; en 1851 publicó "Lecciones
sobre la esencia de la religión" y en 1857 "Teogonía" (el origen
de Dios). Murió el 13 de noviembre de 1872. El se inscribe completamente en el
surco de la filosofía moderna que es “antropocéntrica: su centro de reflexión
no es (...) Dios; sino el hombre. Pero hasta (...)Feuerbach ninguno había
inclinado el antropocentrismo, hasta el punto de negar a Dios (...). la tesis
fundamental de Feuerbach es la identificación del hombre con Dios (...).él hace
del hombre el ser supremo, identificándolo con Dios”. La nueva religión
inmanente y antropocéntrica de Feuerbach consiste en la “divina trinidad del
hombre, la unidad de razón, amor y voluntad”.
Ahora este
espíritu se encuentra en el Concilio Vaticano II y el papa Bergoglio lamenta
que, después de haber abierto las puertas a la modernidad, el Vaticano se haya
detenido un poco y que haya retardado la obra de la Revolución en capa y tiara,
pero que él la llevará a término.
Ya durante
la "homilía en la 9na. Sesión del Concilio Vaticano II", el 7 de
diciembre de 1.965, el Papa Montini alcanza a proclamar: "la religión
del Dios que se ha hecho hombre se ha encontrado con la religión (porque
tal es), del hombre que se hace Dios. ¿Qué cosa ha sucedido? ¿un
enfrentamiento, una lucha, una anatema?. Tal podía ser; pero no ha sucedido
(...). Una simpatía inmensa hacia cada hombre ha penetrado todo el Concilio
(...) Nosotros, más que todos, tenemos el culto del hombre".
Además, el Papa
Juan Pablo II ha afirmado en su segunda enciclíca (de 1980), “Dives in
misericordia” n.° 1: "Mientras las varias corrientes del pensamiento
humano en el pasado y en el presente han sido y continúan siendo propensas a
dividir e incluso a contraponer el teocentrismo con el antropocentrismo, la
Iglesia (conciliar, ndr) busca unirlas (...) de manera
orgánica y profunda. Y esto es uno de los puntos fundamentales, y tal vez el
más importante, del magisterio del último Concilio". Una vez
más, no es la interpretación radical del concilio, sino la enseñanza misma
conciliar que es gravemente errónea.
Hay una lucha
evidente, que explota con toda su virulencia durante el Vaticano II, entre la
Iglesia de Cristo y la "contra-iglesia" o "sinagoga de
satanás" (Apoc., II, 9), que se sirve de la modernidad inmanentista
para subvertir la mentalidad de los fieles y de los clérigos inclinados
al progresismo, los cuales podrán hacerse en un futuro los jefes de la
Sinarquía, de una "contra-iglesia" sometida a la "República
universal" masónica y al "Templo universal" judaico, a través
del ecumenismo, que deberá llevar a la reunión de los católicos con los masones
o "hermanos" separados y judíos o "hermanos" mayores.
Todo lo que ha sucedido mediante una silenciosa y
subterránea Revolución religiosa (Concilio Vaticano II, 1961-65) y cultural
(mayo 1968), no cruenta y militar, gracias a la cual el hombre tomará el puesto
de Dios para destruir luego, anárquicamente, al hombre mismo como animal
racional. Pero no basta, se necesita pasar ahora a la plena y perfecta
realización de cuánto ha sido puesto de modo imperfecto en el Vaticano
II, con un Vaticano III no elaborado doctrinalmente.
En fin Bergoglio
se dispone (y lo dice), al tercer y último paso, el cual es la meta final que
la "sinagoga de satanás" se había fijado de antemano; desde hace al
menos 200 años: la constitución de un único "templo Universal"
mediante el ecumenismo, o sea, una amalgama de todas las religiones en
detrimento de la única verdadera religión, aquella fundada por Jesús, sobre
Pedro y sus sucesores. Lamentablemente, teniendo al Modernismo infiltrado en
los mismos puestos en la Iglesia, la Secta infernal ha logrado hacer
cumplir el último paso de la Revolución anti-divina a los mismos hombres de
Iglesia, sobre todo, durante y después del Concilio Vaticano II, que ha
recomendado pastoralmente el Ecumenismo, la Libertad de las falsa religiones y
la Colegialidad, es decir aquellos errores condenados constantemente por el
Magisterio dogmático e infalible de la Iglesia.
La
"revolución a capa y tiara" se ha realizado en 1965 y perdura todavía
hoy, mejor dicho, con Francisco I ha llegado a ser una avalancha imparable a
través de gestos, hechos y dichos cotidianos no magisteriales, ampliados y globalizados
por los medios de comunicación masivos, que solo la omnipotencia y la Justicia
de Dios podrá bloquear antes que se cumpla el Vaticano III.
La
"contra-Iglesia" sabe que no puede llegar al dominio del mundo sin
haber corrompido también el poder espiritual, que vine de Dios. En efecto, no
se puede regir y gobernar la Sociedad civil si ésta no está
sostenida por aquella sobrenatural. Estado e Iglesia deben cooperar. La
"contra-iglesia" tiene combatida la doctrina de la cooperación entre
el poder temporal y espiritual y tiene destruido el poder temporal de la
Iglesia (que la ayuda a difundir el Evangelio en la sociedad civil, sin ser
feudataria de ningún poder humano), para sustituirse y hacerse el nuevo
"contra-poder" o la "demonio-cracia" preternatural, que
viene de abajo y de los infiernos y lucha contra la "teocracia".
Además el poder económico, social y político necesita tener en las manos
también el poder religioso, sin el cual todo el resto vacila y luego cae.
Habiendo
maquinado contra la verdadera Religión, la sinarquía debe darnos un sucedáneo
de ella, una "contra-iglesia" y una "contra-religión". La
religión no es algo postizo o puramente accesorio que ayuda al estado a
gobernar mejor; pero es esencial para el funcionamiento del poder civil y a su
continuidad.
La Iglesia lo ha
siempre enseñado, la "contra-iglesia" lo ha entendido y lo ha negado,
pero siempre ha buscado ponerlo en práctica al revés. 1º) obstaculizando
la verdadera Religión; 2º) dando a los hombres una falsa religiosidad, revelándose
como verdaderos "monos de Dios", igual que el diablo (Tertuliano).
Esta es la hora
decisiva del enfrentamiento entre dos entidades del que llegará a su fin
la "ciudad del diablo" y renacerá la "ciudad de Dios" (San
Agustín, De civitate Dei, XIV, 28).
Scalfari ha
comprendido bien que sin una "contra-iglesia" ("El Templo")
la Secta ("La República") no puede llegar a construir un "super
Gobierno Mundial", así como sin la gracia divina, el hombre no puede
edificar la Civitas Dei o la república Cristiana.
Ahora el
problema último de resolver es saber si la Sinarquía está a la altura de llevar
hasta las últimas consecuencias (la destrucción de la Iglesia de Roma, fundada
por Jesús sobre un solo Pontífice: Pedro) esta subversión aniquilante en la
Iglesia y de la Iglesia.
Podemos
responder con certeza: "sí, pero inútilmente.!". En efecto, los
miembros de la Iglesia son humanos, pero su principio es Cristo que la ha
fundado, su fin es Dios y el cielo al cual tiende; en fin, sus medios son
sobrenaturales en su esencia: los sacramentos, que confieren la vida
sobrenatural. Contra esta realidad asistida y fundada divinamente por
Dios mismo, nada puede la sinarquía, la "contra-iglesia" y la
"sinagoga de satanás". Jesús lo ha prometido formalmente: "las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mat., XVI,18).
"Heme aquí. Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del
mundo" (Mt., XXVIII,20).
Ciertamente,
hemos llegado a la fruta y al café, pero no se han hecho las cuentas con
el tabernero (el Padre eterno) y las cuentas serán más que saldadas, serán al
rojo vivo. Un pavoroso castigo, igualado a la gravedad de la apostasía
arrastrante y práctica que vivimos bajo nuestros ojos.
Monseñor
Spadafora contaba que en su pueblo de origen había un mal sacerdote, un cierto
don Antonio y sus fieles exclamaban: "Pobre Jesucristo, en manos de don
Antonio!"- Luego don Antonio murió y los fieles decían: "Pobre don
Antonio en manos de Jesucristo!"
Es aquello que
sucede ahora con el "misterio de iniquidad", el cual ha llegado casi
a su zenit y dentro de poco, será disuelto por el "soplo de la boca
de Jesús". "Pobre Vaticano II y III en manos de Jesucristo!",
podemos decir nosotros, parafraseando al gran Monseñor Spadafora.
Don Curzio
Nitoglia. 2 de octubre 2013
Fonte: Non Possumus
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